¿Qué decía el 26 de Marzo en febrero de 1973?

En horas en que se está recordando un nuevo aniversario del Golpe de Estado de 1973, creemos oportuno difundir nuevamente un documento histórico que refleja el análisis que realizó el 26 de Marzo en febrero de 1973, tras una serie de hechos que marcaron la ruptura democrática y la difusión por parte de las Fuerzas Armadas de los comunicados 4 y 7.

Se trata de una declaración de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Marzo leída en el primer aniversario del asesinato de Ibero Gutiérrez (estudiante y poeta, militante del 26M asesinado a los 22 años el 27 de febrero de 1972 por el Escuadrón de la Muerte) en un acto organizado por el Sector Estudiantil del 26M, realizado en el Teatro ‘El Galpón’ el 28 febrero de 1973. Esta intervención junto a otros textos leídos en esa actividad se editaron en una publicación especial pocos días después. Acompañamos este texto (del cual mantuvimos los subtítulos y negritas de esa versión impresa) con imágenes de la portada asi como de poemas de Ibero Gutierrez que contenían sus paginas.

“Nada podemos esperar sino de nosotros mismos”

Compañeros:

Ya se ha hecho referencia a la motivación que nos ha llevado a congregamos hoy aquí. Nosotros, sin embargo queremos hacer una últi­ma reflexión que pensamos puede ser, de alguna manera, el hilo con­ductor y la síntesis de las ideas que trataremos de aportar ante la compleja situación política que es­tamos enfrentando.

La transformación hacia el Hombre Nuevo

En Ibero se juntaban varias ca­racterísticas que de alguna mane­ra, están reflejadas en este acto que hoy hacemos:

Ibero el estudiante, en este mag­nífico sector estudiantil del 26 de Marzo, que ha tomado en sus ma­nos y, en sus corazones, la tarea de organizar el homenaje militan­te al compañero caído en tan espe­ciales circunstancias. Los estudian­tes del 26 de Marzo que presentan, a la suspicacia de algunos y a la curiosidad de otros, la realidad de este acto, de esta sala, repleta de jóvenes militantes y que seguirá mostrando y procesando perma­nentemente ideas y acciones que señalen y signifiquen su compro­miso de siempre, y siempre cre­ciente, con las luchas del pueblo.

Ibero el artista, poseedor de una entrañable riqueza interior, de una sensibilidad honda y cálida, en la presencia de sus poemas y sus pinturas.

Ibero el luchador social, en la actitud del 26M, que busca permanentemente y, con mayor fuerza cuánto mayores son las difi­cultades que debemos afrontar, en­contrar el camino y la actitud ne­cesaria para ser cada día una he­rramienta mejor, más eficiente al servicio de nuestro pueblo y de su unidad, para contribuir a acelerar los pasos hacia la liberación.

Ibero el ejemplo de la transfor­mación hacia el hombre nuevo, que muestra en él y en otros mu­chos luchadores la posibilidad tangible y alcanzable de la nueva so­ciedad que vive una vida de pre-emergencia entre nosotros y en lo más íntimo de la presencia y el sufrimiento de nuestro pueblo y en la alegría, o las penas a veces, de su lucha.

La vivencia de Ibero, como tam­bién estaba en Manolo Toja, de ese hombre nuevo tiene que ser para todos nosotros la presencia perma­nente de la necesidad de acrecen­tar nuestro compromiso y nuestra entrega a la causa por la que ellos cayeron. Y esa conciencia tiene que estar hoy aquí, y siempre en cualquier circunstancia, por dura que ella sea, donde haya un mili­tante del 26M.

Y debemos saber que nuestra en­trega debe ser permanentemente profundizada. Que la mayoría de las veces en el trabajo revolucio­nario no se entrega la vida en un instante, en la necesidad de un acto decisivo o heroico (aunque tampoco ante esa eventualidad de­bamos dudar), sino que se va en­tregando un poco cada día. En la conversación mano a mano, en la labor de propaganda, en las de fi­nanzas y en todas esas tareas «gri­ses» de cada momento. Este mis­mo acto es un ejemplo, es el resul­tado de la suma de una gran can­tidad de pequeños esfuerzos de los que resulta una síntesis cualitati­vamente superior. Todos los días vamos modelando nuestra persona­lidad, reduciendo nuestro indivi­dualismo, combatiendo el libera­lismo que podamos tener, dejando naturalmente cada vez más de la­do las necesidades y los egoísmos personales para dar paso al inte­rés colectivo. Vigilando las tram­pas que muchas veces nos hacemos a nosotros mismos, «quemándonos» también un poco cada semana, con cada acto hecho por nosotros que afecte los intereses o las posiciones del enemigo, y que van acrecentando la sola posibilidad de que la re­presión se vuelva contra nosotros.

Estas cualidades que hoy palpa­mos al evocar a Ibero deben pro­yectarse en cada uno de nosotrosy sintetizarse en nuestro movi­miento para que sean la guía y la estrella que ilumine el rumbo de nuestro accionar y de nuestro compromiso.

Algunas pautas del proceso. La crisis del Estado liberal

El país está viviendo horas di­fíciles y es en momentos como és­tos donde la madurez de un pue­blo que sabe lo que quiere y de sus organizaciones se pone a prueba como en ningún otro.

Tal vez sea útil tratar de ubicar en qué situación respecto al desa­rrollo del proceso nos encontramos en estos momentos y cuáles son los rasgos fundamentales de esta etapa.

Para interpretar la situación po­lítica del país debemos tener en cuenta, como primera aproxima­ción, algunas pautas esenciales.

En lo económico el país se ha venido deteriorando desde la dé­cada del 50 y principalmente en los últimos años. La producción se halla estancada y aun en retro­ceso. La industria ha caído en un subdesarrollo profundo. Aumenta la desocupación. Los precios se si­guen alejando de los salarios. La inflación continúa creciendo y se torna prácticamente imposible res­ponder a los acreedores del país. Ni aun en la coyuntura favorable de los precios internacionales de la carne y de la lana.

Desde este punto de vista, pode­mos decir que la crisis del régi­men se ha ido profundizando y que seguirá esa tendencia. Sin em­bargo no debemos caer en inter­pretaciones basadas en determinismos económicos simplistas y ser conscientes que, en tanto salidas de corto plazo, el régimen puede tener mucha capacidad de ma­niobra.

Pero si bien en el aspecto econó­mico el régimen muestra una hon­da herida, las medidas que han tenido que tomar los últimos go­biernos en todos los planos, sontal vez la pauta más clara de la quema de etapas que se ha venido dando aceleradamente en los úl­timos tiempos.

El estado liberal uruguayo hace ya bastante que ha dado sus bo­queadas finales y por si a alguien le quedaba alguna duda y pensaba en posibles retornos los últimos hechos son estrictamente descalificadores de esas posturas esperanzadas.

La utilización sucesiva de más y más aparatos represivos contra el pueblo muestran dos aspectos de una misma realidad, como dos caras de una moneda.

El agotamiento del estado liberal, signado por el deterioro eco­nómico, la profundización de la dependencia la injusticia crecien­te en la distribución de las rique­zas, lleva a la resistencia y enfrentamiento de sectores cada vez más importantes del pueblo, lo que a su vez es respondido con una mayor represión.

Así de la política de clientela electoral, los puestos públicos y las maniobras dentro del andamiaje burocrático del estado, pasando por los cuerpos policiales y para-policiales llegamos a la etapa actual en que las fuerzas armadas son una presencia, insoslayable y determi­nante en la represión contra el pueblo y en el manejo del aparato estatal.

La oligarquía experimentó du­rante el gobierno de Pacheco Areco medidas de seguridad, congela­ción de salarios, desinterés por la salud del pueblo, interventoras a la enseñanza, asaltos a la universi­dad, militarizaciones, violencia, reaccionaria, cárcel y muerte para los que se levantaban en son de protesta.

Todo esto no pudo detener las luchas del pueblo y éste siguió ofendiendo y por momentos cues­tionando directamente el poder establecido.

Estrategia de la oligarquía: represión y fascistización

Durante este período la oligar­quía fue elaborando y dando los primeros pasos para la concreción de una estrategia global y coherente para la defensa de sus inte­reses y la conservación de su po­der económico y político, que pue­de resumirse como un plan de ma­yor represión contra el pueblo y de fascistización paulatina y sostenida del estado.

Bordaberry llega al gobierno, elecciones fraudulentas mediante, tratando de mostrar una cara de distensión mientras se creaban las condiciones para una ofensiva a fondo contra el pueblo. Se busca realizar un acuerdo nacional a ni­vel parlamentario que al final que­dó reducido al «pacto chico», pero que le permite al Ejecutivo tener la mayoría necesaria para que se puedan aprobar todas sus inicia­tivas.

Se realizan prioridades respecto a las organizaciones a las cuales se va a golpear en esa escalada y se concibe un plan de aislamiento de las organizaciones populares en­tre sí y de ellas con el resto del pueblo.

Tornan gran auge durante ese período los aparatos para-policiales, principalmente el Escuadrón de la muerte, desatando toda su violencia contra los militantes y las organizaciones del pueblo. Simultáneamente se sigue gestan­do la ley de seguridad del estado, la ley dé enseñanza, y aun la ley de reglamentación sindical. Se em­pieza a acelerar entonces, una ofensiva ideológica del régimen tratando de adecuar la superes­tructura del sistema a las nuevas necesidades represivas.

Tal vez convenga recordar, a es­ta altura, que desde setiembre de 1971 las FFAA habían sido llama­das a comandar la represión con­tra el conjunto del pueblo, so pre­texto de la peligrosidad de la «sedi­ción». Sin embargo, las FFAA no se mostraban embarcadas en esa re­presión. Recordemos el comunicado luego del asesinato de Ibero, donde presentaban el hecho, como el re­sultado del enfrentamiento entre dos fuerzas oscuras, una de extre­ma derecha y otra de extrema iz­quierda, apareciendo ambas igual­mente repudiadas por las FFAA.

Desde aquellos primeros meses del año pasado no ha transcurrido tanto tiempo. En cambio han ocu­rrido una serie de hechos de una intensidad no conocida en el país. Las FFAA pasaron a la represión directa contra el pueblo. Se su­cedieron prisiones, torturas, vejá­menes, asesinatos, ausencia total de respeto por la persona humana.

La última carta represiva de la oligarquía. La respuesta del pueblo

Agotadas ya, las fuerzas de re­presión de la policía y denunciada la asociación clandestina para-policial no tuvo más remedio la oli­garquía que entregarse a la cus­todia de las Fuerzas Armadas: la mentalidad con que éstas salieron a la calle fue de enorme agresivi­dad y aun de exterminio, contra todas las fuerzas populares.

Los actos de provocación, el ase­sinato a mansalva de tantos com­pañeros, tenían un claro signo de rápido incremento, que comenzan­do por las ejecuciones sumarias in­dividuales, llevaron al ataque a la sede central del P.C. en que de haber surgido el menor incidente no cabe duda que hubieran mata­do decenas de compañeros. Como ahí no se produjo la chispa que necesitaban para prender la ho­guera armaron la provocación en que mataron a los ocho compañe­ros de la 20. Y no cabe ningu­na duda que eso no fue un hecho casual sino estudiado y premedi­tado como jalón de una escalada de exterminio.

Y si nos hubiéramos asustado, si nos hubiéramos retraído y quedado en nuestras casas pudiendo actuar sin enemigos a la vista, y cada uno de nosotros inermes y aislados, nos hubieran cazado de uno en uno y desintegrado todas las fuerzas po­pulares.

Pero el hecho de que salimos a la calle, y que gritamos nuestra protesta, y que mostramos que por cada compañero caído había mu­chos dispuestos a ocupar su lugar, frenó la escalada.

Y aunque ésta siguió a nivel in­dividual con toda su agresividad, también se mostró a nivel indivi­dual y colectivo la protesta y la resistencia mostrándoles, que por más compañeros que persiguieran, golpearan, mataran o llevaran presos, era inagotable la cantera de donde procedían. Y el mante­nimiento de las pintadas, de las volanteadas, de los peajes, de los actos, de las manifestaciones y de las huelgas mostró una y mil veces que si tenían dos o cinco mil com­pañeros presos tendrían que llevar muchos más y en nada habrían adelantado.

Entre submarino y sumario los oficiales hablaban con los compañeros presos y una vez y otra re­cibían su lección de nacionalismo, de dignidad, de coraje, de rebeldía que los confundía y desgastaba. Entre plantón y plantón, entre pa­tada y patada, los soldados ha­blaban con los compañeros presos, y una y otra vez recibían su lección de comprensión, de solidaridad, de amparo, de protección hacia su condición de marginados.

Dialéctica de la represión

Esta lucha en la calle y en los cuarteles abrió al conocimiento de oficiales y soldados la realidad de un Uruguay que se les había ocul­tado y trampeado, y un nuevo mundo ideológico al que nunca ha­bían tenido acceso.

En el transcurso de este proceso va tomando cada vez más fuerza una situación que hasta entonces no había estado presente en for­ma determinante en el país. La confrontación entre civiles y mili­tares y el cuestionamiento que és­tas hacen a los «políticos».

Este conflicto ha ido pautando sucesivas crisis luego de las cua­les cada vez es mayor el poder tu­telar de los militares sobre el go­bierno. Y últimamente los hechos ocurridos entre el 7 y el 13 de este mes, sitúan a las FF.AA en una po­sición inocultable y aun claramen­te visible de sector gobernante.

En algo más de 10 meses, se ha transformado la estrategia de ofensiva tremenda de la oligarquía civil en una retirada estrepitosa.

Cuáles han sido los aspectos fun­damentales de este período y de esta crisis. Cuál el proceso experi­mentado por las FF.AA, que tiene su expresión pública más aparente en los cambios ideológicos que en­contramos entre el manifiesto de abril desde el Centro Militar a los comunicados 4 y 7 de febrero y en los que se ha transformado de ser el brazo armado de la oligarquía a ser por lo menos su dedo acusador.

Tres características que pueden definir el proceso sufrido por el ejército:

—Se descubren como factor de poder, es decir una de las «par­tes del poder vivo del estado» sin cuya aprobación o sin cuya desaprobación, el gobierno no puede tomar ninguna decisión válida, Y toda decisión que sehaga con su aprobación, correspondiendo a sus intereses particulares o a los intereses de los grupos que representan o defienden, significa, a la vez que también participarán en la responsabilidad y en la aplica­ción de dichas decisiones.

—Descubren la realidad del país al que pertenecen.

—Se eleva a la categoría de prin­cipio doctrinario su independencia de grupos económicos y/o políticos.

El pueblo no se debe dejar robar sus banderas

Y entonces aparecen síntomas externos de esa transformación. Aparecen sobre el tapete denun­cias hechas por nuestro pueblo y jamás investigadas, afirmaciones de siempre, siempre negadas.

Que exista corrupción. Que la se­dición es el efecto de causas pro­fundas.

Parece como que alguien ha aprendido recién la lección que nuestro pueblo ha asimilado con sufrimiento de años, con el some­timiento, la incultura, la marginación, las enfermedades de los suyos.

Lección que ha sabido extraer de su experiencia cotidiana, superan­do la desinformación decretada por los que mandan. Banderas que ha levantado desde siempre y que nadie puede arrebatar porque sólo el pueblo es legítimo dueño y defensor de ellas.

¿Y qué encierra todo esto? Nada más ni nada menos que el resul­tado de las luchas de un pueblo que ha sabido levantar su voz por sobre todas las dificultades que han aparecido en su camino, imponien­do una verdad inocultable: hay quienes viven, unos pocos, en lujo disfrutando lo que con sacrificio producimos todos los uruguayos. Trabajadores que construyen día a día la riqueza de la nación y ex­plotadores que han enviado a los orientales a una guerra cuando sus privilegios se han visto comprome­tidos, ayudados por politiqueros corruptos que con su voto cómplice han entregado a, sus compatriotas atados de pies y manos a la arbi­trariedad represiva, mientras devo­raban las migajas del banquete oligárquico. Y ésta es, nadie puede confundirse o dejarse confundir, la contradicción principal, la que en­frenta por un lado a la oligarquía vendida al imperialismo y por el otro lado al pueblo que se une y combate.

La decisión de ese pueblo de ha­cerse escuchar ha forjado las he­rramientas de lucha que han so­portado los embates más duros, templándose y fortaleciéndose, que en la práctica significa la continua búsqueda del camino correcto para hacer prevalecer los intereses po­pulares, e ir haciéndose más capaz de recorrerlo.

Tenemos que tomar plena con­ciencia de que todo este cambio fue provocado, iniciado y procesa­do por nuestro pueblo en las más difíciles condiciones, contra fuer­zas y procedimientos de una po­tencia y una agresividad tremen­das, y que es expresión de una ca­pacidad de protesta, de reacción y de coraje en que podemos seguir confiando para llevar adelante el proceso de liberación, hasta sus últimas consecuencias.

Esto tiene que mostrarnos y rea­firmarnos claramente la confian­za en el pueblo y jugar a él, a su programa y a una salida indepen­diente, todas nuestras cartas y no caer en posiciones oportunistas que cambian con demasiado frecuencia, ni andar permanentemente con la pata levantada para subirse a cualquier caballo sin mirar mucho de qué pelo es, siempre que vaya corriendo de punta.

«La política de exterminio no extermina»

Pero detengámonos, luego de es­ta somera visión panorámica, en los últimos hechos y en la situación actual, para de allí sacar las con­clusiones que permitan ubicar nuestro papel y las tareas de nues­tro movimiento.

El rasgo fundamental de la últi­ma crisis no ha sido ya la presen­cia de las FFAA, hecho éste que se ha venido procesando desde va­rios meses atrás; el rasgo nuevo es la presentación de un programa de los militares. Un programa don­de se proponen una serie de me­didas que las FFAA han constata­do que son imprescindibles. «Nun­ca pudimos ser tan ilusos para pen­sar que con armas, con fuerza, con tiros y con prisión íbamos a solu­cionar este problema convulsivo de la sociedad uruguaya » (Declaración de Bolentini en la Comisión de la Cámara).

No nos sorprende que hayan lle­gado a esa comprobación porque lo preveíamos. Nos duele sí, que no haya ocurrido antes, cuando la etapa más sangrienta de la gue­rra que soportamos podría evitarse. Sobre todo cuando él Frente Am­plio propuso lo que hoy se ha com­prendido que debe hacerse. Hoy han comprendido casi todos en es­te país la gran verdad que nuestro compañero Seregni expresara en su discurso de Paysandú: «La política de exterminio no extermina«.

Este es el drama de los «forzudos”. (Entiéndase Pacheco, Bordaberry). Porque esto quiere decir que cuan­do un pueblo consciente se orga­niza para luchar, no hay arbitra­riedad, torturas ni cadenas que lo detengan y hasta la oscuridad de la cárcel es un puesto de lucha para quien la padece, como lo es la fábrica, el centro de de estudio, el comité de base, la calle.

La presencia del imperialismo

Deseamos antes de entrar a ana­lizar algunos detalles del programa presentado en los comunicados 4 y 7, hacer una breve digresión para que todos pensemos sobre ello.

Más allá de las intenciones ac­tuales de las FFAA no debemos olvidar la presencia detrás de todo esto del imperialismo norteameri­cano; y no olvidemos tampoco las enseñanzas que nos brindan los procesos latinoamericanos de los últimos años. EEUU ha entrado desde la década pasada, tal vez fundamentalmente a partir del in­forme Rockefeller, en una estrate­gia que podríamos denominar de mayor realismo político en la rela­ción con sus colonias y neocolonias. Esto quiere decir, no negar los fenómenos sociales que existen en los países latinoamericanos tra­tando de eliminarlos mediante el aplastamiento de los mismos. En cada país, esta política, tiene su traducción en la aceptación de que existe una sociedad estratificada en clases y que sus choques con­tinuos producen la elevación de tensiones, con la consiguiente po­larización social que acarrea intranquilidad, incompatible con cualquier modelo de sociedad ade­cuado para la inversión de capi­tales.

Esto determina una conducta más realista en cuanto a la po­sición a adoptar frente a los movi­mientos populares: cuando son su­ficientemente débiles enfrentarlos para destruirlos; de lo contrario tratar de combinar el hostigamien­to con una tarea divisionista desde el punto de vista ideológico.

Esta técnica del realismo polí­tico y del divisionismo ideológico pasa por el logro de algunos objeti­vos fundamentales:

—Aislamiento de los sectores más ofensivos.

—Reconocimiento de las causas de las luchas sociales.

—Arrebatarles las banderas al movimiento popular, mediante la promesa de cambio o inclu­so «cambiando algo para que todo quede como está».

—Encausar las expectativas de cambio que el pueblo tiene, pe­ro haciéndole creer que se ha­rán. Sin necesidad de su par­ticipación.

Otro elemento que nos parece importante rescatar es el constan­te aumento del papel de las FFAA en los países latinoamericanos. Es­te fenómeno tiene características diferentes según el lugar de que se trate, pero la constante más clara es que por encima de los reales intereses que mueven a estas fuer­zas, marchan hacia el ejercicio de un papel tutelar en la gestión del Estado, tomando formas y grados diferentes, pero que salvo honro­sas excepciones sirven para conso­lidar el sistema capitalista.

El imperio tratará sin duda, de influir .para limar las contradic­ciones que puedan aparecer entre la oligarquía y los militares tra­tando de poner a las FFAA a su servicio de esta manera si los sec­tores dominantes nacionales e in­ternacionales, dueños del poder económico, logran hacer primar sus interesas, esta situación puede cami­nar hacia la superación de esas contradicciones, por la vía de la aparición de una clase dominante remozada y con nuevos métodos para consolidar su poder.

El programa de las FFAA

Pero volviendo al programa de las FFAA debemos decir que nos sirve como indicador de las consta­taciones políticas a las que han arribado, pero no resuelve ninguna incógnita sobre lo que es esencial para nosotros: su compromiso con el pueblo.

Porque las declaraciones progra­máticas como estas siempre dejan la duda que sólo dilucidarán los hechos posteriores. Si lo que se pretende es perfeccionar las técni­cas represivas contra los movimien­tos populares o son expresión de una definición antioligárquica y antiimperialista. De otro modo, si lo que se ha entendido es que no bastan palos para detener al pueblo, sino que además hay que en­gañarlo con espejitos y collares de cuentas de colores, aunque una de estas cuentas sea la cabeza de algunos de los personeros más co­rruptos y representativos de la cla­se dominante responsables de los males de la patria. Todo para man­tener el régimen actual, o por el contrario lo que se ha entendido es que solo habrá paz si hay jus­ticia y que no hay justicia si el pueblo participando no logra los cambios profundos y totales que se necesitan para lograr su bienestar y su felicidad.

Sin intentar agregar una inter­pretación más a las tantas ya he­chas nos limitaremos a señalar aspectos que dentro de este enfoque aparecen como decisivos: dicen las FFAA que es necesario dar participación a todos los sectores en la tarea de reconstrucción del país y que se abstendrán de intervenir en los problemas obreros y estudian­tiles, siempre que éstos no com­prometan, la seguridad del Estado.

Nosotros nos preguntarnos ¿quién decidirá qué y cuándo un conflicto obrero compromete la seguridad del Estado? ¿De qué Estado?

Hasta ahora las decisiones de este tipo han sido tomadas por una clase dominante que confundía la seguridad del estado con la tran­quilidad para disfrutar sus privi­legios. Nunca un Estado que ba­se su poder en la justicia, instru­mentando la participación de to­dos a través de las organizaciones verdaderamente representativas del pueblo puede verse afectado por ninguna manifestación obrera, es­tudiantil o popular.

Sólo se ve afectado por la presencia de patronales y autoridades despóticas que intentan robar lo que los trabajadores producen, usando todos los medios posibles para acallar las reclamaciones de los mismos, sin vacilar en recurrirdesde el lock-out hasta el despido, pasando por él fomento del amarillismo y el soborno.

Intervenir en situaciones como ésta supone apoyar la ocupación de las fábricas cuando ésta repre­senta una medida legitima en de­fensa de las fuentes de trabajo. . Supone además, proteger la inte­gridad de las organizaciones popu­lares como únicas herramientas eficaces para enfrentar a los te­mibles enemigos de la nación que son los empresarios voraces y apá­tridas.

En otro orden de cosas, y to­mando otro ejemplo al azar, se ex­presa la intención de controlar la inflación que así dicha poco agre­ga a la dilucidación de la cuestión de fondo.

No debemos olvidar que la dis­cusión en medios oligárquicos acer­ca de cómo aumentar la tasa de ganancia, estaba centrada hace un tiempo en si se decidían a repe­tir lo del año 68, es decir dejar que la inflación creciera y cuando la diferencia entre los precios y los salarios fuera lo suficientemente elevada, congelarlos. O si por el contrario debía mantener un ritmo inflacionario controlado, con rea­justes periódicos de salarios con el fin no de satisfacer las demandas obreras, sino de disminuir su pro­testa ante el robo descarado que igual se haría, pero camuflado.

FF.AA. Tocar o no tocar los grandes privilegios

Podríamos seguir analizando otros puntos pero en todos encon­traríamos la misma ambigüedad, es decir una propuesta de este ti­po tanto puede significar una op­ción para mantener el régimen co­mo una medida aunque tímida y harto insuficiente para superar la dependencia creando una política económica basada en el interés na­cional que debe tener como obje­tivo ineludible la ruptura con el FMI propulsor de la actual polí­tica económica.

Es decir la verdadera opción que tendrán que resolver las FF.AA. es la de tocar los grandes privi­legios, o sea defender los intereses nacionales o entregar el país al extranjero, pudiendo tomar esta segunda opción distinta forma.

Por el momento parecería hacerse elegido esta última bajo la for­ma de un planteo desarrollista, mostrándolo como un ‘»camino del medio» que no es más que el en­cubrimiento hábil de la opción conservadora que tendremos que saber mostrar como falsa e impo­sible de realizar, en tanto no hay desarrollo posible, según los Inte­reses populares, si no se elimina los lazos de dependencia econó­mica.

Puede contestarse a todo esto, que el programa está en vías de elaboración que hace poco que se está pensando seriamente en esto.

Pero nosotros decimos que el pueblo tiene su programa que se le consulte y se asegure la posibi­lidad de concretar ese programa que no se ha aprendida en el úl­timo año, sino que es fruto de to­da una trayectoria de lucha aquí y en países hermanos. Y esto es fundamental, porque si bien no existen soluciones trasladables, si existe un enemigo común que opri­me, roba y mata en todos lados: el imperialismo yanqui. Directamente o a través de sus satélites más o menos privilegiados, y en la lucha contra él se ha sacado una única conclusión, que como nadie ha ilustrado el heroico pueblo de VietNam: hay que unirse y derrotarlo.

Lo que importa aclarar entonces que más importante que los pro­gramas son los intereses que los respaldan, como que lo más impor­tante no es el fusil, sino el hom­bre que lo empuña.

Solo los hechos autorizan al optimismo

Y como creemos que los hechos son los que importan y también a los efectos de que el pueblo y sus organizaciones no caigan en pos­turas de crédito u optimismo que se trasladen fuera de la órbita que imponga el apoyo y el optimismo basado en nuestra propia capaci­dad de organización, de concientizacióny de movilización de am­plios sectores, refresquemos algu­nos de los últimos hechos.

Luego de que el programa de gobierno de los militares fuera pu­blicado, en los cuarteles se ha se­guido torturando, a pesar de que se manifieste ser consciente de que con palos y fuerza no se soluciona los problemas del país.

Se ha votado nuevamente la ya funesta suspensión de garantías individuales, y todos somos conscientes de como se aplican.

Se anuncia que se enviará el proyecto de Ley de Estado Peligro­so, que da carta blanca a todas las atrocidades que se quieran co­meter contra cualquier ciudadano de la república, por el simple he­cho de que presuntamente, a juicio de quienes lo juzgan, pudiera te­ner ideas o simpatías inconvenien­tes para los defensores del régi­men.

Y otras cosas de tono menor, pe­ro de hondo significado político como que el equipo económico y ministerial sigue siendo el mismo que ha defendido la política de entrega al extranjero y que ha pro­piciado la represión creciente con­tra el pueblo.

Estos son los hechos. Y los he­chos son los que autorizan al opti­mismo y no las palabras que en sí mismas pueden ser rótulo y título de muy distintos contenidos.

Compañeros, hasta aquí hemos analizado algunas pautas de un proceso que es sumamente com­plejo.

En estas interpretaciones e hi­pótesis que trazamos, puede haber desajustes más o menos grandes, que iremos corrigiendo a medida que la vida nos vaya dando nuevas lecciones.

Pero en lo que no tenemos nin­guna posibilidad de equivocarnos es en la postura que la situación le exige al movimiento popular y a nuestro grupo como parte de él.

Existen hechos de los que ana­lizamos que en sí mismos no po­demos decir que sean positivos o negativos a corto plazo y su desen­lace o evolución depende funda­mentalmente de lo que el movi­miento popular sea capaz de hacer.

Que se haya tenido que recono­cer como irreversibles ciertos pro­cesos, que la clase dominante ha­ya tenido que jugar la última carta represiva, con los problemas que ello le acarrea, son hechos: ni bue­nos ni malos por si solos.

Serán buenos en tanto el pueblo encuentre la manera de profundi­zar las contradicciones inherentes a ellos para que signifiquen un real debilitamiento del régimen. De lo contrario, lo que se producirá será una readecuación del modo de do­minación, y eventualmente un fortalecimiento de él.

Lucha ideológica-Movilización en todos los frentes

Nuestra gran tarea en este mo­mento es desatar una profunda y creciente lucha ideológica contra el régimen.

En todos los frentes: en el sec­tor barrial, en el Comité de Base. Con los volantes, el acto, la feria, la barriada y todas las maneras que debemos imaginar y crear para encontrar un modo cada vez más adecuado de comunicación con el pueblo.

El sector de trabajadores: en la C.N.T., en el Sindicato, en el Co­mité funcional, en la fábrica, en la conversación mano a mano con los compañeros. Nuestros trabajadores deberán multiplicar su esfuerzo y el movimiento volcar todo su apo­yo al desarrollo de la labor dentro de la clase que es la que tiene el cometido histórico de llevar el ti­món del proceso revolucionario hasta el puerto de liberación.

En cuanto al sector estudiantil, presente aquí masivamente, tiene también un papel fundamental a jugar, papel que debe expresarse en la atención correcta de los distin­tos frentes y niveles de trabajo.

Secundaria profundizando la experiencia hecha en la lucha con­tra la Interventora, en un enfrentamiento aun más radical contra la Ley de Enseñanza que la oligar­quía nos quiere imponer. Desarro­llando en UTU un trabajo especialmente minucioso, teniendo en cuenta que de allí salen los técni­cos y obreros especializados funda­mentales para la producción y la industria e imprescindibles para cualquier plan de desarrollo.

En el sector universitario su ac­ción debe expresarse en la atención correcta de todos los frentes y ni­veles de trabajo. Tanto los internos como los externos. Seguir profun­dizando la búsqueda y enriqueci­miento de posiciones globales, po­sibilitando tener respuestas serias y completas para todos los campos de su acción. Frente a la Ley de Enseñanza. En la política univer­sitaria, y en el papel que debe ju­gar la Universidad en el proceso de lucha popular. Seriedad e ido­neidad para el enfrentamiento y la resolución de los problemas do­centes y estudiantiles. Para una política de investigación que desa­rrolle los conocimientos básicos y técnicos necesarios para un desa­rrollo independiente. Un adecuado plan de extensión que relacione es­trechamente a la Universidad con el medio.

En fin, una tarea gremial inten­sa y responsable para unir al es­tudiantado en el combate y vol­carlo hacia afuera de las aulas cuando la realidad lo exige, levan­tando bien alto la tradición de lu­cha, unidad, agitación, denuncia y enfrentamiento del movimiento estudiantil uruguayo.

Complementando eficaz e inte­ligentemente todas estas tareas, y siendo nosotros mismos buenos es­tudiantes, estaremos contribuyen­do a hacer del estudiantado la fuerza, social que realmente debe ser para responder a las necesida­des del proceso.

El Poder Popular

Con la permanente lucha en to­dos los frentes y lugares, sin caer en radicalismos vacíos de conteni­do, soldándonos cada vez más con la clase trabajadora y con las masas populares iremos creando día a día el poder del pueblo.

Esa es nuestra gran tarea. Con­tribuir a consolidar una fuerza so­cial y política capaz de conducir al pueblo hacia su definitiva libera­ción.

Esa fuerza será la síntesis de nuevas luchas, arduas, violentas tal vez, dolorosas muchas veces, pero siempre alentadas por la convicción de que nuestra victoria co­mo pueblo, es, ni más allá de los recodos que el camino tenga, absolutamente inevitable.

Esa fuerza la construiremos de­sarrollando permanentemente en la conciencia, y en la acción el po­der del pueblo. Cuando hablamos del poder del pueblo, no hablamos solamente y necesariamente de un gobierno popular inmediato, aunque es obvio que eso está en nues­tros cálculos, sino que el poder puede ejercerse en cada acto, en cada manifestación, en cada ocu­pación de fábrica, en los hospita­les populares, en el centro estu­diantil enfrentando la Ley de En­señanza. Eso fortalece y crea con­ciencia. No hay otra manera de conseguir alternativas viables. Las alternativas que sirven, las alian­zas válidas son aquellas que el pueblo abre o realiza a partir de posi­ciones de principios y de fuerza.

La democracia la tiene que im­poner el pueblo: nosotros como par­te de él.

Luchando por la libertad de to­dos los presos políticos. No será posible reconstruir el país si efec­tivamente no participan todos en su reconstrucción y por supuesto tendrán que estar los compañeros que hoy se encuentran en cárce­les y cuarteles. Porque observen ustedes compañeros, la situación de trágica ironía que hoy se da.

Los que han atentado en forma tan flagrante contra la Constitu­ción, las Instituciones y el orden legal, mantienen presos a los que acusan de sólo haber tenido esas intenciones, pero que no llegaron a concretarlas. Y si esta situación continúa sólo probaría que la razón de sus prisiones no es la intención de atentar contra el orden institucional, sino el que hayan atacado a los centros del poder económico (y de corrupción y despojo de las riquezas nacionales) contra los que hasta el momento las FF.AA. no han actuado con la energía necesaria y contra los que se contentan con proferir es­pectaculares amenazas.

La democracia la tenemos que imponer nosotros luchando por sa­larios justos y por fuentes de tra­bajo.

La democracia la tenemos que imponer nosotros luchando contra la Ley de Seguridad del Estado, contra la Ley de Enseñanza y con­tra todas las leyes fascistas con las que pretendan oprimirnos.

La democracia la tenemos que imponer nosotros luchando por los derechos humanos. Debemos cui­darnos de caer en la falacia repre­sentada por la tendencia a salir “en defensa de las instituciones» o de cuidar «que el orden institu­cional no se quiebre». Aquí la cuestión tiene que ser clara, muy definida: ¿qué instituciones? ¿Las formales? ¿las reales? ¿La Consti­tución de la República? ¿la Ley de Seguridad del Estado? ¿La Ley de Enseñanza?

Estas son ya instituciones del Estado. Para nosotros entonces la cuestión es mucho más clara en todo sentido: se trata de defender no tanto «el Estado de Derecho», como un derecho justo y humano. Se trata de defender permanen­temente los derechos humanos.

La democracia la tenemos que imponer nosotros luchando por una postura nacionalista y antiimperialista que rescate la soberanía del país entregada al extranjero. La soberanía económica, la sobe­ranía cultural, la soberanía de marcar nuestro propio destino.

La alternativa democrática la vamos a lograr en definitiva, le­vantando el programa y las ban­deras del pueblo y luchando por ellos sin desmayo como lo hizo Ibero y como lo hacen otros tantos latinoamericanos en la ciudad, en el llano y en la sierra.

Para nosotros se trata de pensar en términos de una ofensiva de transformación del Estado urugua­yo, en el sentido de la superación de su actual crisis estructural, buscando el cambio de esas estruc­turas hacia una radical reordenación de toda la sociedad. Se trata, de proponer y llevar a la práctica un verdadero programa de trans­formaciones, que nos lleve en un proceso, que será sin duda, largo y complejo, hacia esa nueva socie­dad.

Transformarse en pueblo para marchar con él

Ya terminando compañeros que­remos citar un párrafo del discurso del compañero Mario Benedetti del 29 de noviembre:

«No nos dejemos engañar por in­tervalos de calma, ni por repenti­nos paternalismos, ni por hipócri­tas personajes que proponen eldiálogo mientras avasallan la dignidad del hombre. Nosotros no le cerramos el camino a nadie que quiera honestamente inscribirse en la causa del pueblo. Tenemos sufi­ciente confianza en el hombre co­mo para saber que (salvo algunos asesinos y vendepatrias de voca­ción) todo oriental, aun el que ha­ya tenidos errores graves puede un día encontrarse con su conciencia y afiliarse para siempre a la jus­ticia. Y en eso no hacemos cues­tión de oficio o de uniformes. To­dos, civiles o militares, pueden ser­vir a la nación en el sentido que la historia reclama, pero pueden servirla si, como señaló Seregni, empiezan por comprender que ‘no hay poder digno si no puede afir­mar al pueblo en el pleno goce de sus derechos, y para afirmarlo no hay otro camino que trabajar con él’».

Esta es nuestra actitud, aquellos que quieran trabajar con el pueblo, los que estén dispuestos a pregonar y hacer efectivo el ideal artiguista de su soberanía, lo que quiere de­cir transformarse en pueblo y asumir actitud de pueblo, se sumarán a nuestras filas, recorreremos el camino juntos.

Pero nosotros, que no nos sen­timos menos orientales ni menos artiguistas que nadie, tenemos el pensamiento de nuestro prócer co­mo guía, y él decía frente a una situación también difícil: «es pro­pio de los libres preferir siempre la gloria a la ignominia y V. S. debe estar segura que un carácter soste­nido no cederá fácilmente a la bajeza por más que se conjure la complicación de los momentos. To­do debe esperarse de la energía de los orientales y de su denuedo por el sostén de la libertad”

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